25 de diciembre de 2011

65ª noche - El cuento de Facebook


¿Qué sabe Facebook sobre mí?. La batalla personal de un universitario austríaco que empezó con esta pregunta ha terminado obligando a la mayor red social del planeta a mejorar los términos de privacidad de cientos de millones de sus usuarios. En el caso del estudiante de derecho Max Schrems, de 24 años, fueron 1.222 páginas en un CD, con datos personales divididos en 57 categorías, como aficiones, gustos, opiniones religiosas, y un largo etcétera, que lo dejó helado. Entre los datos, acumulados durante sus tres años en la red social, le alarmó que aparecieran informaciones y conversaciones que había borrado, pero que Facebook no eliminó definitivamente, las siguió conservando en sus archivos digitales.

"Cuando se elimina algo de Facebook, todo lo que sucede es que te lo esconden para que no lo veas", explica Schrems. "Cada vez que le escribes a otra persona, en realidad lo haces a tres, Facebook siempre está presente", advierte. La red social analizó de forma sistemática todos sus datos sin pedirle su consentimiento, incluido su parecer cuando apretaba el botón "me gusta" no sólo en la red social sino en cualquier página digital con ese "plug-in". "Facebook sabe más de nosotros de lo que la Stasi y la KGB sabía sobre cualquier ciudadano normal", reflexiona.

Schrems sostiene que lo que la empresa ofrece -mediante una descarga- a sus usuarios como su "archivo personal" no es toda la información que atesora sobre ellos, sino la que se ajusta a las leyes locales. Sin embargo, su insistencia a través de numerosos correos hizo que a él si le diesen toda la información. "Un error" que expuso a la empresa, sostiene. El archivo fue la clave para iniciar un pulso con el gigante de Internet que se prolongó en 22 reclamaciones ante el organismo irlandés para la protección de datos (DPC), que acabó dándole la razón el miércoles pasado.

La sede internacional de Facebook -que agrupa a todos los usuarios salvo los de EE.UU. y Canadá- se encuentra en Dublín, lo que implica que la compañía debe cumplir con las leyes europeas de protección de datos, que son más estrictas que las estadounidenses. Después de una investigación de tres meses por parte de las autoridades irlandesas, la red social se comprometió el pasado miércoles a mejorar la privacidad de los alrededor de 500 millones de usuarios que dependen de las oficinas de la empresa en Dublín. Las mejoras que Facebook aplicará incluyen una mayor transparencia en la gestión de las informaciones personales, como impedir utilizar una imagen del usuario para fines comerciales sin su consentimiento y eliminar la información que la red social obtiene a través del botón "me gusta", entre otros aspectos.

También se limita el tiempo que Facebook puede conservar informaciones sobre la navegación del usuario, como, por ejemplo, las búsquedas que ha hecho y cuando utiliza otros "plug-ins". Dentro de seis meses otro informe de las autoridades irlandesas evaluará los progresos y se hará también público para mejorar la confianza de los usuarios, algo que aceptó Facebook. Estas medidas, Schrems las califica de "un primer paso en un largo camino", aunque no ocultó su alegría porque se trata de cambios más importantes de los que se habían hecho en el pasado.

¿Pero cómo es posible que esas mejoras en la protección de datos sólo se hayan producido por el empeño personal de un ciudadano corriente? "Las leyes europeas son muy buenas, pero se falla en su aplicación. También es una cuestión de medios. La oficina irlandesa de protección de datos tiene 20 miembros y Facebook es un gigante que gestiona información de millones de personas", responde. Schrems reconoce que Facebook "no ha abusado del enorme poder que le da tener semejante información sobre millones de personas. Pero lo problemático es que exista algo con tanto poder sobre la gente".

Conservar y analizar semejante montaña de datos pueden tener "un gran potencial para crear problemas", sostiene el joven austríaco, en caso de que se produjese, por ejemplo, una filtración por un ataque informático. Aunque pueda sorprender, este estudiante no ha renunciado a su cuenta de Facebook, por un lado porque tiene a muchos amigos con los que perdería contacto, y por otro porque "es la empresa y no los usuarios la que tiene que cambiar", asegura.

De La Vanguardia

Si alguien no sabía por qué me borré de Facebook, ya lo sabe. Aunque no me borraron, claro, allí sigue mi ficha,  pero ya no participo.

9 de diciembre de 2011

64ª noche - El Banquete

El Banquete



La ensalada, la pasta y el asado,
el postre con su copa y cafelito,
dejaron en la pila un buen fregado
y en el aire un sutil olor a frito.

"La próxima en mi casa, que yo invito",
propone amable al irse el invitado.
"¿Qué prefieres, cocochas o lenguado?"
No me hables de comida, que vomito.

Más de una hora llevo aquí plantado
con las ollas, los platos, los cuchillos,
empeñado en cambiar grasas por brillos

y aún me queda un buen rato por delante.
Estas cosas nos pasan por membrillos.
La próxima, sin duda al restaurante.
 
 
 
Copyright Fernando Hidalgo Cutillas - Barcelona 2011

 
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6 de diciembre de 2011

63ª noche - Ulises

      Bajamos del tren cuatro o cinco viajeros. Una bombilla amarillenta alumbraba apenas el estrecho andén. Entramos a la sala de espera, donde debía aguardarme mi novia. Sólo una anciana estaba allí, sentada en un banco de madera, con el bolso sobre las rodillas. Nos miró como buscando a alguien pero nadie se acercó a ella. Cuando los otros salieron, volvió la vista al frente y quedó inmóvil. Me acerqué y saludé a la mujer, que correspondió con una sonrisa fugaz, sin apenas mirarme. Dejé la maleta en el suelo y ocupé el otro extremo del asiento. Quedamos solos, todo estaba absolutamente quieto y silencioso.
      Al cabo de unos minutos empecé a preocuparme. Quizá Laura se habría disgustado por lo que le conté por teléfono, por eso quería explicárselo personalmente. Me puse en pie y paseé arriba y abajo varias veces para distraerme. Desde el fondo de la sala miré a la mujer, rígida como una estatua. ¿Qué haría allí, sola?, me pregunté. Tras cuatro o cinco idas y venidas más me decidí a hablarle.
—Hace fresco esta noche... —Me froté las manos.
—Hoy no hace tanto frío —discrepó ella con voz firme.
—Creo que me resfrié en el tren. Son tan incómodos...
La anciana no dijo más. Di unos pasos antes de preguntar:
—¿Espera a alguien?
—En efecto —asintió, entornando los ojos al decirlo.
—Yo espero a mi novia. Es raro que no haya venido...
La mujer pareció cobrar vida; dejó el bolso a un lado, sacó de él una pitillera y prendió un cigarrillo.
—Es la primera vez que viene usted, ¿verdad? —preguntó exhalando el humo.
—Sí, ¿cómo lo sabe?
—Si hubiese estado antes aquí, todo sería diferente...
Su respuesta me desconcertó. Me acerqué a ella, y me miró con sus grandes ojos grises.
—¿Qué quiere decir? —exclamé—. ¿Qué sabe usted de mí?
—¿No me reconoces, Ulises? Ha pasado mucho tiempo... —Sonrió con amargura—. Llevo treinta años esperándote.
     Un escalofrío me recorrió la espalda al reconocer la mirada. ¡No es posible!, me dije... Su modo de hablar, su actitud, todo en ella me era familiar... ¡Pero no podía creer que fuera Laura!
—Vine a recibirte una noche como ésta, hace treinta años. Nunca llegaste. Desde entonces no he podido salir de aquí. Todas las puertas dan a un pasillo, todos los pasillos vuelven a este mismo lugar... Ahora te toca a ti, Ulises.
     Se levantó y cruzó la puerta. Cuando quise ir tras ella no la encontré, como si se hubiera esfumado en el aire. El espejo me devuelve la imagen de un anciano y desde entonces vago en esta extraña estación sin salida,  esperando no sé qué ni a quién.


©Fernando Hidalgo Cutillas 2014

 
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